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¿Elba de Troya o Lady Macbeth Gordillo?

Con Gordillo en el SNTE cambiaron las tácticas de represión: fue más cruel y refinada 

 Para cimentar su dominio sobre los sindicatos, el charrismo se vale de la violencia. Todo aquél que se asume y actúa como disidente se coloca automáticamente en la mira de la represión
 
Mentes calenturientas
Una y otra vez, los integrantes de la CNTE denunciaron en todos los foros a los que tuvieron acceso la guerra sucia que sufrían. 

Sin embargo, según Alberto Miranda Castro, secretario general del sindicato entre 1983 y 1985, esas eran “opiniones de mentes calenturientas de la coordinadora”. De acuerdo con el desplegado del comité nacional del SNTE, publicado el 22 de abril de 1982, todo se debía a que “la plañidera queja sobre supuestas agresiones impulsadas por nuestro sindicato forma parte del arsenal táctico con el que se desenvuelve la discrepancia (...) las injustas imputaciones que a la dirigencia nacional se hacen, no son sino la cortina de humo...”.

De acuerdo con Vanguardia Revolucionaria, la coordinadora era una especie de engatusador de mentes que robaba a los maestros su verdadera ideología.
Durante el octavo Consejo Nacional Extraordinario, Olegario Valencia, secretario general de la sección 23 de Puebla, afirmó: “Se han preparado cuadros para adueñarse de la voluntad de los compañeros mediante el contagio mental, bajo las cantinelas, marchas y canciones quieren quitarles la ideología de Vanguardia Revolucionaria para después darles consignas que deberán seguir con toda rutina. “Un enemigo dotado de tales artes sólo podía combatirse con la represión.
 
Esa violencia no desapareció con la caída de Jonguitud. El 20 de enero de 1990 en Tepic, Nayarit, Elba Esther Gordillo fue nombrada nuevamente secretaria general del sindicato. Sus servicios de seguridad arremetieron contra los integrantes de la coordinadora. Teodoro Palomino salió volando, a Rene Bejarano le pegaron por la espalda y a Miguel Bortolini le rompieron la cara. Los golpeadores del sindicato la emprendieron contra todos los delegados democráticos: patadas, empujones y amenazas con armas de fuego. Así se inauguró la nueva era sindical.
 
El saldo trágico del “¡duro con ellos!, ¡que no nos detengan las consecuencias” de Andrade Ibarra, el llamado de Jonguitud a la guerra, y el “los pararemos cueste lo que cueste, a costa de lo que sea” de Elba Esther Gordillo está hoy a la vista. La guerra sucia contra el magisterio fue uno de los más lamentables periodos de nuestra historia reciente. No puede olvidarse ni ocultarse durante más tiempo.
 

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